El 21 de junio se celebra el Día Internacional del yoga. Las Naciones Unidas, en su resolución 69/131 del año 2014 establecieron que en esta fecha se celebrarían y se reconocerían los beneficios de esta práctica universal que se originó en la India como una filosofía de desarrollo mental, físico y espiritual. 170 países conmemorarán en este día: en los parques de Berlín, de Nueva York, de Bruselas, de Buenos Aires, de Madrid, de Barcelona…se van a celebrar diferentes eventos, clases multitudinarias, encuentros para practicar yoga juntos, etc.
En Cuidar-t también queremos unirnos a esta celebración porque somos amantes del yoga. Sabemos, conocemos y sentimos los beneficios que conlleva su práctica y por eso nos gustaría contribuir también a su difusión, por eso hoy hemos querido dedicar este artículo a encontrar, resumir y explicar cuáles serían para nosotros las 5 principales razones para practicar yoga.
El yoga ha llegado a nuestros días multiplicando su alcance, su contenido y adaptándose a la sociedad occidental de los siglos XX y XXI. El yoga que practicamos hoy no es el mismo que se gestó en su origen, pero la esencia de su significado y su raíz se han mantenido: “Yoga” significa “unión” y para nosotros esta unión puede simbolizar la conexión entre cuerpo, mente y espíritu, que hacen del yoga algo más que una simple práctica física.
Resumir los beneficios del yoga no es tarea fácil porque el abanico de ventajas y de elementos positivos que se obtienen con su práctica es inmenso y cada persona practica yoga por una razón muy personal. Se convierte en una herramienta que cada uno de nosotros tiene para sentir, para explorar, para conectar y de todas estas aptitudes. De todo este descubrimiento nos vamos a quedar con estos beneficios, con una serie de valores, de aspectos positivos que son la razón por la que la mayoría de los que nos sentimos “enganchados” al yoga hacemos de ello algo cotidiano.
1.- El yoga mejora nuestro estado físico
A través de la práctica de yoga vamos a trabajar todas las cualidades físicas (flexibilidad, fuerza, resistencia, etc.) y este trabajo se hace de una forma muy particular porque lo hacemos de una manera respetuosa con el cuerpo. Cuando iniciamos nuestro aprendizaje, podemos descubrir que para realizar las ‘asanas’ y sentirlas, el camino no pasa por concebirlas de manera aislada: como un conjunto de músculos o de ‘piezas’… sino que necesitamos integrar las sensaciones que nos transmite todo el cuerpo; empezamos, por tanto, a trabajar de una manera fluida, incorporando la respiración como algo esencial a nuestra práctica. Por eso en yoga vamos a sentir cómo el cuerpo se fortalece, cómo ganamos esa flexibilidad de la que muchas veces carecemos y todo eso se va haciendo de una manera muy armónica.
Si trabajamos un yoga completo, que realmente conecte con los principios que le dieron su origen, vamos a trabajar siempre con respeto a nuestros límites. Es decir, en esta práctica física de la que estamos hablando y en estos beneficios físicos que perseguimos como primera razón para iniciarnos, vamos a tener presente este principio que se llama “ahimsa” (no violencia; en este caso no violencia con el propio cuerpo).
Vamos a tratar de eliminar de nuestra mente los conceptos como la competitividad, la frustración o incluso lo correcto y lo incorrecto. Una de las cosas que se descubren cuando un buen instructor de yoga consigue transmitirte esta esencia es que no vamos a tener nuestra mente estancada en los conceptos básicos de “hacer bien” o “hacer mal” una asana. La asana que pueda hacer una persona en un día concreto de su vida no tiene por qué ser la misma asana que hace otra persona en otro momento diferente. Las dos personas van a realizar las mismas acciones, van a descubrir los efectos de estas acciones en su cuerpo, van a conectar con cómo se mueve nuestra fisionomía, cómo vamos sintiendo ese movimiento en diferentes formas de ejecutarlo. Porque las asanas se adaptan y una práctica inteligente es precisamente saber adaptarlas.
No vamos a luchar contra nuestros límites, sino que los vamos a conocer y los vamos a intentar explorar y, si es posible, confiando en esta sabiduría que encierra una práctica milenaria que se ha enriquecido enormemente en estos últimos años, vamos a realizar unas asanas cada vez más adaptadas a lo que necesitamos y vamos a ir adquiriendo esa capacidad de decidir nosotros mismos cómo modificar nuestra práctica para ir ampliando el alcance, mejorando esas cualidades físicas que hemos comentado anteriormente.
No es nada frívolo reconocer que el yoga mejora nuestro estado físico porque el cuerpo se convierte en algo importante en el yoga, no es algo secundario, no vamos buscando solamente la estética sino que vamos buscando un bienestar. Y el bienestar y el tratar bien a nuestro cuerpo nos va a permitir que la mente que lo ocupa pueda tener ese asiento, ese lugar confortable desde el que poder ir más allá (y que es otro de los objetivos que vamos a ir descubriendo).
2.- El yoga ayuda a aliviar el estrés
Ésta es una de las motivaciones de muchas personas para acudir a una clase de yoga por primera vez. Incluso es uno de los mitos que hay sobre el yoga. Cuando hablas con alguien y le dices que practicas yoga a menudo te visualizan sentada en la postura del loto diciendo “om” y poco más. Efectivamente, no es lo único que hacemos en yoga pero en él tiene un papel esencial la relajación, la capacidad de eliminar la ansiedad y bajar el ritmo. Esto no se consigue solamente porque en el yoga hagamos relajación. De hecho, ocurre justamente lo contrario. Si una persona que está muy acelerada, que llega con toda su velocidad y con el ritmo vertiginoso de nuestro día a día y alguien le pidiera que se tumbara a relajarse, lo más seguro es que no lo consiguiera. Para relajar a una persona que tiene un nivel de actividad muy alto y con un nivel de ansiedad considerable, es muy importante primero moverla, es decir, el movimiento le va a relajar. Lo que ocurre es que el movimiento que vamos a hacer lo vamos a acompasar todo el tiempo con la respiración.
Un yoga sin control de respiración no es yoga. En el yoga vamos a respirar de una forma consciente. Esto no quiere decir que durante toda la práctica estemos pensando en inhalar y exhalar, sino que vamos a iniciar nuestra práctica llevando la mente a una sola cosa. Esa sola cosa que vamos a atender durante unos primeros instantes es el ritmo de nuestra respiración.
Ser consciente de ella tampoco quiere decir que la vayamos a alterar. No vamos a modificar ese ritmo sino que vamos a observarlo. Solamente observando el ritmo de la respiración podemos llegar a comprender en qué estado nos encontramos y podemos empezar a apagar otros ruidos, otras distracciones para centrar la mente sólo en una única cosa. A partir de ahí, la respiración se convierte en una herramienta muy importante para llegar a la calma. Controlando la respiración en un siguiente paso, ejecutando ciertos “pranayamas” o ejercicios de control de la respiración, vamos a ver cómo pautando la respiración en determinados puntos conseguimos que ese cambio en nuestro sistema emocional se produzca. Por eso en el yoga pensar, sentir y explorar la respiración se convierte en una herramienta básica para poder encontrar esta relajación de la que hablamos cuando practicamos yoga.
Durante una clase de yoga hay momentos para el relax: al comienzo para centrarnos un poco, equilibrarnos, bajar el ritmo, ser conscientes de lo que vamos a hacer; luego en según qué estilos de yoga podemos tener relax entre posturas o simplemente realizar “contraposturas” o “posturas complementarias” para suavizar determinadas zonas. En esos momentos también se invita brevemente a la relajación o, por lo menos, a calmar nuestra respiración para que no esté agitada, para que vuelva a ese lugar de partida en el que todo el movimiento va a ser mucho más constructivo y más armónico; al final de la clase también hay un relax, que no es lo mismo que la meditación. No es lo mismo el relax final que hacer una meditación, son cosas diferentes pero todo ello puede formar parte de una práctica de yoga.
El hecho de que podamos relajarnos no quiere decir que vayamos a clase de yoga con ese objetivo, quiere decir que nos lo vamos a llevar de serie sólo por haber hecho nuestra práctica, ya sea una práctica intensa (si es que lo necesitamos) o una práctica más suave. No es necesario que el yoga sea identificado solamente con sentarse y cantar “om”, sino que en yoga nos vamos a mover, vamos a realizar una práctica completa, pero vamos a llevarnos de nuestra experiencia en ese rato de yoga la sensación de bienestar que supone haber sido capaces de respirar de una forma controlada, calmada y acompasando nuestro movimiento.
3.- El yoga mejora nuestra concentración
Está comprobado que realizando yoga y trabajando conscientemente durante nuestras posturas (incluso si llegamos a hacer una meditación) la mente se va a beneficiar enormemente de ese trabajo que hacemos y que consiste en apagar todas las distracciones y centrarnos en una única cosa durante un tiempo prolongado.
De hecho Patañjali, uno de los grandes maestros del yoga, lo definió como “la capacidad para acallar las fluctuaciones de la mente”. Y es que esos continuos pensamientos, preocupaciones y tareas son algo que llevamos continuamente con nosotros por el estilo de vida que tenemos, la forma en la que trabajamos, la forma en la que nos movemos e incluso en la forma en la que aprendemos.
La “multitarea” tiene ventajas enormes, el ser capaces de atender a muchas cosas al mismo tiempo se ha visto como una cualidad indispensable para muchos de los trabajos que se ejecutan hoy en día. Sin embargo también hay estudios que nos han puesto de manifiesto que todo eso va moldeando el cerebro, va alterando cómo se va configurando nuestra mente y nos acostumbramos a ese estímulo continuo, a esa necesidad de producir resultados en breves franjas de tiempo.
Todo esto repercute en que nos hacemos menos capaces de mantener la atención. Ésta es una de las carencias que padecemos hoy en día cuando intentamos concentrarnos o realizar una tarea durante un tiempo prolongado sin distracciones y es algo que necesitamos porque no podemos atender a la “multitarea” llegando al 100% en todo lo que estamos haciendo. Tenemos ventajas por poder hacer varias cosas a la vez pero perdemos calidad, eficacia.
Tenemos que equilibrar ese desarrollo mental para que no perdamos la capacidad de centrar nuestro punto de vista, nuestras atenciones, nuestra concentración en una única cosa y ser capaces de mantenerlo ahí durante un tiempo.
Con el yoga esto se consigue y se entrena porque en una clase de yoga todo lo que hacemos es consciente. Por lo tanto, las asanas que vamos a realizar son asanas que tenemos que ir “construyendo”, debemos ir ocupando, habitando esa postura, haciéndola fluir con la respiración y, sobre todo, explorando lo que el cuerpo y la mente nos va transmitiendo de cada una de ellas.
En una asana vamos a ir encontrándonos con información sobre cómo estamos en ese momento, cuáles son nuestras reacciones, a veces impredecibles, nos acostumbramos a escuchar y a atender esa información que nos da nuestra práctica y a reaccionar ante ella para ir modificando la asana de modo que sea una práctica en la que yo consiga trabajar en armonía con lo que necesito. Hay días en los cuales lo que necesito es suavidad y eso lo voy a descubrir en determinadas zonas que están rígidas, en la respiración, que no llega a ser rítmica o en las posturas de equilibrio, en las que necesito estar centrada. A veces me voy a encontrar con que la misma postura de equilibrio no sale porque no consigo mantener ese punto de vista que me centre y me permita sentirme integrada en lo que estoy haciendo. Con una práctica de yoga consciente pongo la atención en todo eso y me olvido de lo demás.
Hay que destacar aquí que la capacidad para la concentración es uno de los factores que muchas veces lleva a determinadas personas a elegir un estilo de yoga u otro. Hay estilos más lentos, en los que se mantiene una asana, se entra en ella, la mantenemos unos minutos y después salimos. Hay otros yogas más dinámicos en los que las asanas se van sucediendo una tras otra. Con la respiración vamos fluyendo de una transición a otra, es lo que se llaman “vinyasas”, que es “unir” las asanas unas con otras.
Hay personas que en el yoga más lento sienten que su mente se despista, se va y pierden esta concentración. Sin embargo, otras personas encuentran que explorar la postura durante un tiempo mínimo es esencial para encontrar este nivel de atención. Por eso hay personas que optan por un yoga más dinámico y otras prefieren el yoga más lento (postura tras postura con ciertas paradas entre medias). No pasa nada, cada uno encontramos nuestro yoga con el que nos identificamos más y con el que encontramos más fácil llegar a este punto.
Por eso, si alguna vez habéis probado el yoga y no os ha convencido del todo, os recomendamos que no lo descartéis, que hagáis estas pruebas, que paséis de un estilo a otro, de un instructor a otro hasta que podáis realmente haceros una idea de cuál sería la práctica que más conecta con esta capacidad para “acallar las fluctuaciones de la mente”.
4.- El yoga favorece el autoconocimiento
A través de la práctica del yoga (de forma consciente, como decíamos en los puntos anteriores) vamos a alinear cuerpo y mente, vamos a favorecer la concentración, como hemos ido viendo. Por lo tanto, vamos a potenciar la conexión con nuestras necesidades. Es un tiempo en el que nos preocupamos de nosotros mismos, es una manera de cerrar todas esas puertas a las distracciones y a las preocupaciones externas y ajenas que tenemos cada día y nos vamos a centrar en explorar todo lo que ocurre en nuestra esterilla, que simboliza nuestro cuerpo y nuestra mente.
Una práctica consciente de yoga debe tener esos dos componentes: la mente y el cuerpo están unidos. Eso nos va a ofrecer una capacidad de descubrir de una manera muy presente lo que necesitamos, lo que nos vamos encontrando. Vamos a ir asimilando esa información. Ya sólo con eso estamos dando un gran paso porque no solemos prestar atención a la información que nos van dando nuestro cuerpo, nuestra mente o nuestras emociones. Solemos funcionar mucho con rutinas y con el piloto automático y aquí todo eso desaparece. Durante un rato estamos centrados en ver lo que hacemos, cómo lo hacemos y qué estamos sintiendo.
Para desarrollar una asana correctamente tenemos que ir alineando la postura, la respiración y vamos a ir escuchando lo que el cuerpo nos va transmitiendo para adaptarla, para poder hacer pequeños ajustes y trabajar con esa variación que nos va a permitir crear una práctica de verdad útil y yóguica.
Este autoconocimiento normalmente nos lleva más allá de la práctica del yoga y aquí ya estamos entrando en un nivel que cada uno desarrolla a su propia conveniencia y alineándolo con su propia forma de ser.
No es necesario ser místico ni tener que trascender a todos los niveles por hacer yoga, pero es cierto que cuando vas descubriendo este bienestar que te produce la práctica normalmente lo fomentas y cuando llegas de nuevo a otra clase vas mejorando esa predisposición para recibir todas estas informaciones y, sin darte cuenta, esa conexión se produce.
Hay quien llega antes a ese estado porque está más acostumbrado a trabajar así, hay quien viene de otro tipo de actividades y le sorprende encontrar esta necesidad de estar muy presente en lo que se hace. Esto es una gran herramienta y una ventaja que te llevas de esa práctica. Normalmente te suele beneficiar para tu vida fuera de la esterilla.
Estamos ya viendo beneficios que nos acompañan después de hacer yoga, no sólo durante la práctica. Es parte de la magia que tiene esta disciplina porque sin darte cuenta, al conocerte mejor, tienes mayor capacidad para manejarte. Cuando esto sucede y eres capaz de gestionar tus emociones y tus estados sueles convertirte en una persona que tiene esa capacidad para entender y manejar a los demás, así que no se queda en algo individual, el autoconocimiento se transforma en un conocimiento mayor de los demás.
5.- El yoga favorece el desarrollo espiritual
No hay que ir a una clase de yoga necesariamente con esta predisposición. Además, al hablar de “espiritual” no nos estamos refiriendo a nada religioso ni ritual, aunque hay ciertos rituales en la práctica del yoga que le dan ese halo de ser algo que cuidamos y que consideramos importante. Pero no tiene por qué estar vinculado necesariamente a lo que tradicionalmente entendemos por religión o creencia. Es decir, la parte espiritual del yoga es una parte libre.
Es cierto que en sus orígenes el yoga sí tiene un matiz religioso y sagrado y los textos así nos lo demuestran. Obviamente eso está vinculado con la cultura en la que se ha desarrollado, con un tipo de religiones que tienen sus símbolos, sus dioses y sus rituales.
No es necesario referirse a todo eso para hablar de espiritualidad porque la espiritualidad que nosotros estamos destacando aquí y de la que se comenta cuando se habla de un yoga “laico”, que es el que practicamos habitualmente, es una espiritualidad relacionada con nuestra propia persona, con cómo vamos a intentar entender desde el autoconocimiento.
Inevitablemente nos vamos a hacer ciertas preguntas o vamos a tener que buscar nuestro posicionamiento en el mundo (quiénes somos cuál es nuestro papel, cómo nos queremos comportar para que haya cierta coherencia entre esa paz física que encontramos y ese equilibrio mental).
Al final, sin darnos cuenta podemos llegar a despertar esta pequeña inquietud espiritual que en cada persona tiene una manifestación totalmente personal e individual. Es decir, que no hablamos de nada orquestado ni gestionado ni normalizado. No es algo que nos deba inspirar rechazo porque no debería estar presente en una práctica de yoga nada que te sea impuesto.
La recomendación que os hacemos desde aquí es que no rechacéis ese despertar porque es algo que se puede acabar despertando en otras facetas de la vida. Hay momentos en los que se nos activa de una forma mucho más sencilla esa conexión con las preguntas clave (quiénes somos, para qué hemos venido aquí, etc.). Esas preguntas nos pueden surgir en situaciones de lo más variadas. Hay momentos de la vida que a lo mejor nos despiertan estas inquietudes y practicar yoga puede llevarte a ello por el hecho de estar trabajando de una forma muy consciente con lo que sientes y experimentas.
Por eso al final es muy fácil que en los libros clásicos del yoga encuentres todo este debate. A veces sorprende porque es un debate que se originó hace muchísimos años y está hoy totalmente vigente. Las preguntas, las dudas existenciales se ven ahí reflejadas por esta literatura que a veces consta de géneros épicos o géneros muy líricos en los que se usan muchas metáforas.
Si profundizas un poco te vas a encontrar con principios que han estado presentes en diferentes corrientes filosóficas y que son parte esencial del ser humano. Porque al final lo que descubres es que, a pesar de todo este paso de los años y de cómo ha ido cambiando el estilo de vida no dejamos de ser esa esencia, ese ser humano que a lo mejor no es tan distinto del que empezó a practicar yoga hace tanto tiempo o que, sin practicar yoga, llegó a hacerse preguntas. Nosotros nos hacemos hoy las mismas preguntas, es una parte que no entiende de evolución porque es nuestra parte más básica, la que está en nuestra raíz.
Conclusión
Ninguna de estas 5 principales razones para practicar yoga tiene sentido por separado. Hemos pensado que con este pequeño resumen os podéis hacer una idea de lo que os ofrece el yoga.
Os puede quizás animar a practicarlo, a conocerlo si es que habéis tenido alguna experiencia que no os ha terminado de convencer y a buscar cuál es el yoga que se adapta a vosotros. Os puede estimular a seguir explorándolo y seguir conociéndolo.
Si ninguna duda, desde Cuidar-T os animamos a descubrir y disfrutar del yoga los 365 días del año.
Puedes escuchar esto y mucho más en nuestro podcast: Episodio 03.